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Nanotecnología y big data funcionan detrás de las innovadoras bolsas de patatas fritas Pijo

Nanotecnología y big data funcionan detrás de las innovadoras bolsas de patatas fritas Pijo

"Hemos hecho una intensa digitalización a través del INFO", explica el Andrés Aráez, CEO de la original marca de acento murciano, que  el 4 de mayo ha sido una de las compañías participantes en el programa #TRACCIÓN del INFO

La palabra 'pijo' tiene cuatro acepciones diferentes en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. A los académicos se les olvida sin embargo incluir que en la región de Murcia se utiliza también como exclamación, habitualmente de asombro, que es lo que despiertan las bolsas de patatas fritas Pijo, del fabricante Rubio Snacks. Las hay de corte grueso, de corte fino, a la trufa, con sabor a miel, a caviar, a especias y, por supuesto a limón con pimienta, que son la esencia regional.

Creada en 2015, la marca 'Pijo' de la compañía ceheginera tiene adeptos ya en 16 países y sigue creciendo. Esa tendencia al placentero aperitivo, tan español, cunde tan lejos de las fronteras como alcanza la imaginación. "En Asia les encanta con wasabi", explica el CEO, Andrés Aráez.

Consciente de que el éxito de las patatas Pijo es "innovación sobre un producto ya muy maduro", el empresario se centra en darle otras dos vueltas de sartén más a su producto más internacional: su elaboración saludable y un proceso de digitalización que les permita dar nuevos saltos de valor.

Detrás de cada bolsa de patatas Pijo funciona tecnología puntera, como big data, maquinaria robótica y nanotecnología. Con una fábrica en pleno crecimiento, el CEO confía en la tecnología para superar nuevos retos y ahorrar costes de consumo energético. "Estamos abiertos a todo lo que suponga posibilidades de mejorar", afirma.

Ha sido una de las 'tractoras' participantes en una nueva edición del programa #TRACCIÓN, organizado por el INFO  con el objetivo de reforzar la economía murciana por medio de la conexión de las empresas consolidadas y en plena transformación digital con los emprendedores tecnológicos más innovadores de la Región.

LO NATURAL ES TECNOLÓGICO

Medir, recalcular, reducir o reinventar son posibilidades que ofrece la tecnología a pie de fábrica, incluso en un producto ya maduro, como las patatas fritas. "Utilizamos nanotecnología, big data y acabamos de instalar maquinaria para ganar velocidad", explica Aráez.

La división más innovadoras de Rubio, la marca tradicional que funciona desde 1965 en la pedanía El Chaparral, de Cehegín, no sigue planes cerrados de digitalización que corren el riesgo de caducar antes de hacerse realidad. "Vamos innovando y aprendiendo sobre la marcha con la asistencia a ferias o la búsqueda de información", señala el responsable. "Siempre estamos renovando, pero cada vez las necesidades surgen antes", afirma.

La marca ya nació con el gen innovador, así que el CEO destaca "la intensa digitalización que hemos hecho, a través del INFO". Han encontrado proveedores tecnológicos de diversas procedencias, desde 'startups' con sello regional hasta los procedentes de Alemania, Italia o China.

Una de las principales ventajas que ha aportado la introducción de maquinaria de última generación ha sido la mejora del valor nutricional del producto. "El tiempo de fritura ahora es menor y el producto es más saludable", explica.

UNA HISTORIA EN CADA BOLSA

Fue Alfonso Fernández Valera quien, en los años sesenta empezó a producir patatas fritas y cortezas de cerdo para ampliar el mercado. "El Gobierno cedía terrenos, Rubio aportaba la simiente, y la fundación humanitaria Jesús Abandonado se ocupaba de la plantación con la supervisión del Colegio de Agrónomos de Cartagena", cuenta el director general sobre el origen de la empresa. Todo un modelo de RSC cuando aún no se habían inventado las siglas.

Dos décadas más tarde, la fábrica tuvo que crecer en espacio y en maquinaria que aportara más capacidad de producción y seguridad alimentaria.

En 2007, Rubio levantó su nueva planta en Bullas, donde ha podido en los últimos años desarrollar nuevas líneas de productos. "La calidad de un producto que la empresa lleva tanto años elaborando es parte de nuestra diferencia, además de la carga social y su reflejo en el packaging", señala Aráez.

Cada personaje de las distintas tipologías de envase cuenta su propia historia. En la de las patatas al ajo cabañil aparece Juan, un cabrero de Bullas. "Para representar ese sabor necesitaba a alguien que hubiera vivido la posguerra", explica sobre el relato de la marca.

ENTRE LA EXPANSIÓN Y LA SEQUÍA

La unión del conocimiento tradicional de Rubio y la chispa creativa de Pijo han dado como resultado la solidez de una marca que busca nuevos mercados. "Intentamos ser fuertes en el mercado asiático. Necesitamos internacionalizar el producto, porque las marcas blancas están muy extendidas con volúmenes muy grandes", explica el CEO.

La apertura de nuevos mercados sigue siendo un reto en este año marcado especialmente por la inflación y por la onda expansiva de la sequía. "La materia prima se encarece mucho con la falta de agua hasta el punto de que puedes llegar a pérdidas", expone el CEO de la empresa, que transforma cada año 8 millones de kilos de patatas, principalmente de Cartagena, Albacete, Logroño y el norte de Francia.

"Todo es cuestión de paciencia y constancia", afirma Aráez. "Los inicios no son fáciles y tropiezas muchas veces, pero en realidad los emprendedores somos los que locos que movemos el mundo", asegura.