'La conciencia ecológica del mercado está fomentando los métodos ecológicos en los cultivos', afirma el fundador y CEO del fabricante murciano de atrayentes y trampas para el biocontrol de plagas, Francisco Martínez Campillo

Empresario pacífico, pero experto en batallas, Francisco Martínez Campillo ha desarrollado una particular sabiduría de la estrategia para vencer a un enemigo minúsculo pero temible. Las plagas y bacterias que atacan los cultivos son sus rivales. Y va ganando la guerra con la ayuda de armas biológicas, pues la empresa que fundó hace 38 años está en continuo crecimiento.

Su particular estudio del comportamiento de los insectos, unido a un departamento de I+D en continua producción, le ha permitido sumar ya 12 patentes y 15 marcas registradas. Desde El Siscar, en el. municipio de Santomera, en el corazón de la huerta murciana, produce 450 tipos diferentes de atrayentes y repelentes, y más de 120 modelos de trampas para insectos.

"Un ejército convencional arrasa a los buenos y a los malos, que es lo que hacen los fitosanitarios, matar al enemigo y a los aliados, pero entonces dejas vía libre a otras plagas. Tienes que conservar a los aliados", explica el empresario. Con 'El arte de la guerra', de Sun Tzu (siglo V antes de Cristo), como libro de cabecera, el empresario ha desarrollado su artillería ecológica para proteger las plantas.

Del mayor tratado de estrategia de todos los tiempos ha aprendido que hay que estudiar el comportamiento del enemigo para salvarse, porque "en la guerra de la empresa no se derrama sangre, sino dinero. Y la empresa fallece", afirma.

Esta empresa familiar e innovadora ha logrado consolidar su marca en el sector de servicios auxiliares de la agricultura y ya prepara su expansión. "Construiremos en Santomera la mayor planta de producción de feromonas del mundo", anuncia el fundador de Econex.

CONCIENCIA ECOLÓGICA APLICADA

"Mi padre era un pequeño agricultor de El Siscar, que cosechaba lechugas, alcachofas y algodón, pero yo le veía debilitarse cada vez que fumigaba sus tierras para combatir las plagas. Morían los pájaros y mi padre enfermaba", recuerda Martínez Campillo desde la mirada del niño que se propuso cambiar su mundo.

"Estudié agricultura con una ilusión tremenda y con hambre de aprender. Quería ayudar a mi padre", cuenta el empresario. Ya en 1985, cuando creó la empresa, introdujo "tecnología rudimentaria" restringida por entonces a la agricultura ecológica, que aún era aislada. Tuvo que abrirse paso frente a las marcas multinacionales y ante la incredulidad de los agricultores. "Las personas no se convencen con explicaciones, sino con hechos, y ha sido el consumidor el que ha decidido que quiere en los supermercados productos ecológicos. En el 80% de los casos es el mercado el que convence", afirma por experiencia.

El primer enemigo al que tuvo que hacer frente es el que hace temblar a los agricultores solo con nombrarlo. "La mosca de la fruta es devastadora. No hay otra con esa capacidad de ataque", señala el experto. Su capacidad de observación de las plagas le ha permitido desarrollar trampas eficaces desde su Centro de Inteligencia, digno de un ejército tecnológico. La empresa comparte sus conocimientos sobre la lucha biológica para que los agricultores puedan aplicar sus métodos. "Actuamos como un servicio de inteligencia, sigilosos, sin molestar, con trampas mucho más ecológicas y diseños adaptados al máximo a cada plaga", afirma.

LA INNOVACIÓN COMO ABONO EMPRESARIAL

Desde los laboratorios de Econex nacen los difusores de feromonas, trampas para insectos nocivos, atrayentes para los polinizadores, trampas cromáticas, trampas de agua y dispositivos eficaces para el campo, como una cinta vibradora ecológica de efectos acústicos y ópticos que actúa como espantapájaros, nidos para atraer las aves insectívoras, los murciélagos o las rapaces.

"La I+D es apasionante, pero muy peliaguda, porque no ves el beneficio inmediato. Es una inversión a riesgo. Buscas un retorno inmediato y suele ser muy incierto", explica el empresario, que ha recurrido a préstamos públicos, como en los dos proyectos del Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (CDTI) en los que intervino.

La apuesta por la innovación ha funcionado como el abono sobre la tierra. El aumento de la demanda y la necesidad de una mayor proyección -ya vende sus productos en 52 países- han desembocado en el ambicioso proyecto de construcción de "la mayor planta de producción de feromonas y trampas del mundo" en Santomera. "Partiendo del primer terreno de mi abuelo, hemos añadido otros hasta sumar 5 hectáreas de terreno para ir haciendo realidad el proyecto", explica el empresario.

Sus previsiones son "duplicar cada año las instalaciones y las ventas", asegura. El proyecto, que se encuentra en fase de planificación, permitirá a la empresa ampliar su producción y su capacidad de almacenaje.

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